Pareciera que uno de los papeles más exaltados, endiosados y mitificados es el de la “Buena Madre”.
Escrito por: Tere Díaz
Tiempo de lectura: 3 minutos
Pero, ¿hemos nacido las mujeres para ser madres? ¿Es cierto que la maternidad nos “completa” y da sentido a nuestra existencia? Estas preguntas, que nunca plantearíamos a los varones, nos hacen pensar que la maternidad ha migrado de ser una opción más entre las alternativas de vida femenina, al campo de lo “natural”, para convertirse en el cumplimiento de un mandato instintivo.
Un elemento que dificulta profundizar en este tema es el prejuicio que consiste en suponer que todos sabemos lo que es la maternidad, lo masculino, lo femenino, la familia y la sexualidad. A diferencia de lo que ocurre en otros campos del conocimiento, en los cuales fácilmente reconocemos no tener competencia alguna, en temas de la vida familiar (y particularmente de la maternidad) tenemos la sensación justificada de conocer el tema por haber nacido y crecido en una familia.
Muchas mujeres nos vivimos atrapadas entre ser una madre perfecta y ser una mujer normal. ¿Qué podríamos considerar para desmitificar el papel de la buena madre? ¿Existen algunas premisas que nos ayuden a poner la maternidad en el plano de lo real y no de lo celestial?
Van algunas ideas…
- Pregúntate qué es para ti ser una madre perfecta… ¡Para no serlo!: Tenemos preconcepciones idealizadas sobre el amor materno. ¿Cuáles son?: las mamás disfrutan a sus hijos, lo más importante para ellas en la vida es ser madre. Seguro lo que te dices sobre ser una madre ejemplar es más un mito que una realidad. Se sabe que la exaltación del rol de madre -históricamente hablando- es bastante reciente.
- Deja de buscar (y rebuscar) tu instinto materno: La maternidad es una vocación, no un llamado de la naturaleza. Si ya los tienes y resulta que “no se te da”, hay mucho que hacer para ser una madre suficientemente buena. Pero la maternidad es más una elección que una llamada de la naturaleza, así que no tienes que torturarte por no experimentar esa sensación. No es lo mismo la capacidad de tener hijos (maternidad-motherhood-gestación = biología) que el deseo de tenerlos y cuidarlos (maternidad-mothering = crianza).
- No intentes evitar –a toda costa– su sufrimiento: Todos, de una u otra forma, vamos a sufrir, la vida conlleva un sufrimiento inevitable, por tanto tus hijos van a sufrir. No se trata de infringirles dolor innecesario ni de descuidarlos actuando con negligencia y exponiéndolos a situaciones riesgosas e innecesarias. Pero el dolor curte y no sobreprotegerlos -con el fin de que sepan manejar los dolores propios de su edad o los tropiezo que la vida les ponga inevitablemente-, les genera seguridad y madurez.
- No te quedes con su padre si no es una buena pareja para ti: Se puede ser un buen equipo de padres sin ser pareja. No sirve quedarse en una mala relación de pareja por los hijos; no sirve ni a los hijos, ni a la pareja. Una madre “sacrificada” en una relación que se ha agotado o que es lastimosa será un ejemplo de frustración y sometimiento.
- Deja que se equivoquen: El que tus hijos cometan errores no es prueba de que tu has fallado como madre. Tolerar el malestar que te producen los errores que tus hijos cometan es un elemento indispensable para que ellos asuman responsabilidad de sus decisiones, de las consecuencias de sus actos y para que aprendan de las consecuencias que viven. Ayúdales a aprender del error.
- No juegues con ellos a algo que a ti te fastidia o no te gusta: Enséñales a divertirse con lo que te gusta a ti. Es mejor que te vean realmente divertida y conectada con ellos haciendo algo que movilice tu interés, que aburrida y disque “interesada” en lo que a ellos les gusta y resulta ser un suplicio para ti.
- No des la vida por ellos: Vive tu vida, y compártela con ellos. La sumisión, el altruismo excesivo, el sacrificio, la abnegación, son actitudes que con frecuencia llevan a la mujer a postergar o frustrar sus propias necesidades para sostener las demandas de otros. La única manera de sostener esto es reprimiendo el enojo y controlando la agresividad. Las mujeres que dan la vida por los hijos no solo con el tiempo se los cobran, sino que tienden a descuidarse, frustrarse y terminan, si no enfermando, siendo una carga para ellos.
- No leas más libros sobre cómo ser una buena madre. ¡Lee buenas novelas! Si estás en la pasión de la maternidad, que sean con temas de mujeres, familias, dilemas de la convivencia familiar. Generalmente las buenas novelas son más reales que los libros de autoayuda en temas de crianza y maternidad.
- Dales a conocer tus limitaciones: No les hagas creer que nada te duele, que todo lo puedes y que siempre la pasas bien. Que miren tus imperfecciones, distingan tus sentimientos y reconozcan tus necesidades los ayudará a ser vulnerables y más humanos. Al final, no somos ángeles, ni dioses, somos seres humanos. Además, saberte limitada les ayudará a ellos a reconocer sin vergüenza sus propias limitaciones.
- No extiendas tu rol al resto de tu entorno: Existen mujeres que a falta de una identidad más allá de su rol, son madre-esposas; se adjudican no solamente el cuidado de sus hijos, sino el de sus parejas o sus padres, vecinos, jefes y demás también.
- Tu hijo no puede ser tu proyecto de vida: Tienes que tener un proyecto de vida personal. No se trata, por supuesto de negar que la maternidad pueda ser un proyecto atractivo, pero no el único: sólo es necesario subrayar que se trata de eso, de un proyecto y como tal es optativo.
Para ser una buena madre habrás que soltar el qué dirán y echar de lado los mitos sobre la maternidad. Una buena madre prioriza el vínculo con el hijo, la verdadera conexión y la genuina contención. Más que por las formas, trabaja en lo esencial. En lo esencial de su propio crecimiento y en la relación amorosa y de cuidado con su hijos; y ¡ojo!, no ser una madre perfecta no implica abrir la puerta a la negligencia y a la violencia.
Seamos madres “good enough”, que lo que menos tiene la vida es perfección.