Atrévete a cambiar, ¿te animas?

El dinamismo de tu vida es una invitación a desarrollarte; actualizar ese potencial innato y latente es lo que te construye como ser humano. Llegó la hora de desarrollarte y cambiar.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 4 minutos

 

Seguramente has sentido la fuerza de tu ser cuando quiere crecer: se trata de tu propio potencial buscando el desarrollo, que puedes fomentarlo siendo consciente y fomentando el diálogo interior. Los efectos de este desarrollo generarán en ti la sensación de congruencia y la experiencia de autonomía.

No se nos ha dado una existencia acabada sino una vida por construir

Para ello, tú -y sólo tú- eres responsable de generar las condiciones que facilitan tu crecimiento; es decir, necesitas integrar armónicamente tres facultades humanas como efecto de tu capacidad consciente: sentir, pensar y actuar. Además de que puedas sentir, necesitas entender; no es suficiente que entiendas, tendrás que hacer un juicio crítico; no bastará con hacer un juicio crítico, habrás de comprometerte, actuar para transformarte y transformar tu mundo. Como ser único, creativo e irremplazable contribuyes de manera insustituible a la tarea de creación personal y de tu entorno.

Llegó la hora de desarrollarte y cambiar

Atrévete a cambiar

Hay quienes piensan que las personas no pueden cambiar. A estas alturas del partido, con nuestra experiencia y trayectoria, tenemos la certeza de que todos tenemos un margen para mejorarnos. ¡No creer en el cambio sería desesperanzador! El ser humano siempre es perfeccionable, por esto mismo nunca termina de construirse: cada meta que logras es un nuevo comienzo y la manera de recorrer esta aventura de vivir es tan única como lo eres tú.

desarrollarte actualizar ese potencial

El cambio favorece el crecimiento, y con éste se llega a la madurez. Pero ¿qué es la madurez? Se usa esta palabra de forma tan constante que es mejor hablar de sus efectos para que le reconozcas en ti y en los demás. Se manifiesta en formas concretas al afrontar tu vida: ser más reflexivo en tus decisiones; actuar con detenimiento e inteligencia en vez de impulsividad y arrebato; ser más autocrítico al asumir una justa valoración de ti mismo, tanto en tus riquezas como en tus limitaciones; buscar comprensión del mundo en el que vives y generar relaciones constructivas con quienes te rodean; tolerar la frustración y posponer el placer y la gratificación cuando es necesario hacerlo y, por último, adquirir la posibilidad de asumir el sufrimiento inevitable de la vida, afrontándolo y aprendiendo de él.

Éstas son las auténticas manifestaciones de la madurez; no bastan los buenos propósitos ni los sabios discursos.

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