Mis propósitos del 2018: Limpiar mis cajones

Hablemos del inicio del año y los cambios en nuestra vida.

¿Quieres cambiar?

Arrancamos el año intentando generar un cambio –o varios -: pareciera que los comienzos de temporada nos dan bríos para lograr lo que siempre hemos deseado y emprender lo que llevamos años planeando. Pero es común que al poco tiempo se nos derrumbe la ilusión de que con los propósitos de un nuevo año se sostendrá la nueva actitud requerida para llegar a las metas.

El cambio requiere tiempo; es un proceso, no un deseo ni un evento. Pero sobre todo, la transformación requiere cerrar cíclos pasados para iniciar otros nuevos. Por esto es mejor iniciar el año “limpiando los cajones” para que en ellos quepan cosas nuevas…

¿Podrías correr un maratón con un pie luxado?

¡No! Para lograr con éxito y disfrute la carrera hemos primero de recuperarnos, fortalecernos de a poco y después lanzarnos a correr. Así es el proceso de cambio: soltar proyectos fallidos, cerrar relaciones inconclusas o lastimosas, pagar deudas acumuladas, acomodar dolores del alma y del cuepo.

¿Por qué no iniciar antes de cerrar…? Porque es difícil y engañoso iniciar nuevos emprendimientos con cargas antiguas y patrones de conducta obsoletos.

¿Por qué no logro cambiar?

  1. Por no tolerar el malestar y ansiedad de lo desconocido y la incertidumbre.
  2. Por no querer enfrentar el desafío que implica el cambio.
  3. Por quedarte en el confort que adormece la consciencia e impulsa al autoengaño.
  4. Por el miedo a correr riesgos.
  5. Por el temor a hacer el ridículo.
  6. Por falta de voluntad: no posponer gratificaciones para un bien mayor.
  7. Por no saber cómo iniciar la transformación de manera realista.

¡No te metas el pie!

¿Cómo comenzar cerrar cíclos?

  1. ¡Para! No te lances a actuar “sin ton ni son” en nuevos proyectos.
  2. No evadas. Detecta sentimientos que te incomodan y relaciona con qué evento o situación se relacionan.
  3. Ponle nombre a tus “círculos abiertos”. Menciona tres cosas que no quieres cerrar o afrontar. Sólo menciónalas.
  4. Numera tres acciones. Los pequeños cambios hacen grandes diferencias. Por tanto piensa en 3 actos concretos para destrabar estos “círculos” que no has cerrado: consultar con un buen consejero, hacer una llamada telefónica, escribir una carta, hacer una consulta. ¡No planees de más! Ejecuta esas tres acciones.
  5. Date un tiempo para ver qué efecto tienen esas acciones en ti. ¿Te cambia la visión de la situación? ¿Se abre una nueva ruta de acción? ¿Encuentras otros caminos de solución o cierre?
  6. Diseña un plan de acción. Ahora sí, plantea pequeños procesos, en tiempo y forma, para cerrar tus círculos abiertos. No tienes que hacerlo en un mes pero sí proyectar en una línea de tiempo: qué, en cuánto tiempo, cómo y con ayuda de quién lo vas a llevar a cabo.
  7. Reconoce tus recursos. Haz una lista de las competencias y recursos que tienes para avanzar en los procesos que te planteaste. No todos poseemos los mismos rasgos pero todos tenemos diversidad de recursos.
  8. Sostén tu motivación. Si te sientes flaquear recuerda que estás promoviendo el cambio. Cuestiónate… ¿Qué quiero? ¿Qué anhelo? ¿A dónde voy?
  9. Evalúa y rectifica en el camino. Se vale verificar si las acciones que estás realizando te llevan al cierre que deseas o si lo que estás haciendo es suficiente para avanzar.
  10. ¡Celebra tus avances! Haz un ritual del cierre: comparte lo logrado con un amigo, date una cena para celebrar, regala cosas que no requieres o escribe una carta de terminación. El reconocimiento más importante es el de uno mismo.

¡La magia existe! Pero con una condición…

Si, y solo si, -como dijo San Agustín- “Oras como si todo dependiera de Dios, pero actúas como si todo dependiera de ti.”

¡Suerte! Y buen comienzo de año…

 

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