Tema recurrente y algunas cosas que valorar sobre los triángulos amorosos.
Escrito por: Tere Díaz
Tiempo de lectura: 4 minutos
“Una cuerda triple no se rompe con facilidad”
Eclesiastés
Hablar de los triángulos amorosos se ha convertido en un tema central cuando exploramos el territorio del amor y sus dilemas. ¡Y qué decir de las consultas terapéuticas -y los “deschongues” de pasillo-, efecto del descubrimiento de una relación extraconyugal!
Para empezar, busco dejar fuera del concepto “triángulo” todas las “canas al aire”, esas noches de copas que si bien involucran actividad erótica y sexual, carecen de contenido emocional.
Dejo fuera también esas infidelidades o “aventurillas” cibernéticas que nunca se llevan a cabo “en vivo y a todo color” y que muchas veces son muestras del miedo a la afectividad y a la cercanía emocional que vivimos en esta era postmoderna.
Y por último, dejo fuera aquellas patanerías sostenidas que más que constituir un triángulo de amor significan un sin fin de abusos y maltratos.
Ahora sí, el triángulo amoroso
Al hablar de triángulo amoroso me refiero a una relación entre dos personas, con exclusión del cónyuge de uno de ellos que incluye compromiso emocional y/o sexual, y que tiene repercusiones en la vida de todos los involucrados, a nivel psicológico y social principalmente.
En un triángulo amoroso se sostiene –consciente o inconscientemente- un vínculo de fuertes efectos emocionales y/o sexuales; también, se está rompiendo un acuerdo de exclusividad unilateral de cualquier tipo.
Cabe recalcar que un triángulo amoroso no se define ni por su duración ni por su intensidad, sino por el equilibrio personal, de pareja y grupal que aporta, de manera consciente o inconsciente, deseada o rechazada, a quienes los conforman.
La existencia de las relaciones triangulares nos confirma que los seres humanos no escapamos a ellas, aun con la tradición judeocristiana intentándonos educar en la creencia del amor exclusivo y total (y expulsándonos del territorio del “amor verdadero” si no logramos este).
Ni qué decir del señalamiento de ser “malas” o defectuosas personas; insensibles, egoístas e internamente divididas en caso de incurrir en esta contradicción que no se queda en el campo de las relaciones.
La pomplejidad humana y del tema
Nuestra posibilidad de ser seres multifacéticos y complejos nos impide colmarnos en un proyecto de trabajo único, un único hobbie, en un solo corazón y con un solo cuerpo.
Es curioso cómo entender esta triangulación en territorios no amorosos puede ser más o menos sencillo, pero en la comarca del amor se complican las cosas en tanto que el “mito de la exclusividad sexual”, ante la infinidad de variaciones que ha sufrido la vida de pareja en el último siglo, parece ser lo “único” que se conserva como propio y como signo de genuino compromiso.
Sin que me guste el término del “triángulo amoroso”, por el efecto moral denigratorio que contiene – al igual que la palabra traición o infidelidad –, y sin otro término que utilizar por el momento, me parece importante conocer las posiciones de cada uno de los actores del mismo para poder identificar su subjetividad así como los retos que a cada uno le toca enfrentar.
Poco se habla de la posición del amante cuanto más se le nombra con apodos denigrantes, y se le embiste con señalamientos acusadores y juicios morales: “esa puta”, “el pendejo aquel”, “la vieja esa”, “claro, la embaucó a ver qué le saca”, “pinche gata quién se cree”.
Me referiré aquí al amante que asume ese rol “en solitario”, es decir, sin tener otra pareja –o al menos una pareja significativa y formal- por lo que atribuye a la relación de amantes su apuesta principal y me limitaré en este momento a describir la experiencia del tercero cuya única pareja es su amante y consolida con su presencia la relación triangular.
Los amantes
Sobra decir que, si bien puede ser un hombre o una mujer quien ocupe este lugar, la mayoría de las personas que se colocan en esta posición del triángulo son mujeres. Más que analizar, me limitaré a mencionar solo algunos factores que lo promueven:
- Los hombres, en una sociedad patriarcal, se atribuyen el derecho de estar con más de una mujer.
- Un hombre con muchas mujeres es celebrado; una mujer con varios hombres es sencillamente una “cualquiera”, una puta.
- Las mujeres en general estamos más dispuestas a privilegiar las necesidades de los demás sobre las propias, por tanto hay amantes mujeres que no solo ponen en segundo lugar sus deseos e intereses, sino que además “comprenden” y acompañan a sus amantes en la “penosa” vivencia de sus matrimonios.
- Las reales desventajas socio-económicas de muchas mujeres y que el amante con su simple “estar con ellas”, las confirme como mujeres y les de valor.
- El territorio amoroso se ha convertido en un “mercado de oferta y demanda”, y son más las mujeres deseosas de vincularse emocionalmente sea cual sea el costo.
Por supuesto que hay hombres que “sufren de amor”
Cuando los hombres son los amantes de mujeres comprometidas en una relación matrimonial, pero es poco común que se limiten a ese vínculo.
Es extraño también escuchar que una mujer que está comprometida con una pareja le pida “fidelidad” a su amante, situación que es extremadamente común cuando la amante es una mujer.
La mayoría de los amantes, aunque puede haber excepciones, albergan la fantasía de que “tarde o temprano” serán la pareja formal, y sufren en silencio el tener que vivir en la soledad y en la ocultación, y ese tercero en discordia tiene que afrontar una sensación de impotencia ante la poca maniobra de que goza para convivir con su amor.
Con esto, los sentimientos de minusvalía y de resentimiento pueden ser la constante también: “¿cómo es que si tanto me amas no buscas terminar ‘aquello’ y quedarte aquí?”, “¿no soy suficiente como para que dejes todo por mí?”.
El triángulo se caracteriza, además del engaño, por una especie de impotencia y sentido de condena.
Quizás uno de los retos centrales de la postura del amante, cuando la situación deviene en algo más lastimoso que gozoso, es analizar –más allá del amor que experimenta por su pareja– si quiere permanecer en el triángulo como elección consciente o por necesidad.
Cualquier relación amorosa en la más “óptima” circunstancia tiene el riesgo de terminar; cuestionar si ésta relación ha llegado a su fin en tanto que resta más de lo que da, es algo que el amante –cuando se siente más lastimado que enriquecido- tiene que valorar.
Si bien las relaciones triangulares rara vez surgen pro positivamente, la terminación de las mismas, con todas las dificultades que representen, sí puede ser una decisión; pocas cosas duelen tanto como perder un buen amor, pero cabe entonces hacerse la pregunta ¿esto que estoy viviendo puedo considerarlo un buen amor?
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